Esta casita parece salida de un cuento de los hermanos Grimm.
Colindando con Brasil, Paraguay tiene extensas regiones selváticas que son el perfecto paisaje y hogar del avistamiento de aves, una actividad que se ha vuelto indispensable en la vida de los amantes de la naturaleza. En el ejercicio y los disparos de las cámaras que intentan captar con velocidad el vuelo de las pequeñas y coloridas especies, el encuentro de este colibrí y su ingeniosa vivienda se robaron la atención de la conservacionista y guía ambiental, Caroline Soares.
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El año pasado, mientras daba uno de sus acostumbrados paseos divisando aves, se encontró con un descubrimiento que, aun hoy, sigue trayéndole buenos recuerdos, anécdotas y muy buenas fotografías. Después de haber visto cinco nidos de colibríes, en lo más alto de la copa de un árbol, alcanzó a observar uno diferente a todos: el lugar parecía una casita, cobijado por una de las hojas recién florecidas y perfectamente construido en la superficie de una rama en diagonal, todo un reto arquitectónico.
Las proezas son parte de su naturaleza.
No solo son la especie más pequeña de las aves, toda su existencia es única. Sus colores vistosos ofrecen un espectáculo que pocos alcanzar a ver con detenimiento debido a un aleteo que va de adelante hacia atrás y que logra repetir entre 100 y 200 veces por segundo. Estas son las razones por la que no se nos hace extraño la creatividad de este pequeño ser que logró construir su vivienda en la parte menos imaginada de todas.
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Durante algunos meses, Caroline estuvo siguiéndole el rastro a la divertida y creativa historia. Descubrió que todo el esfuerzo puesto en el pequeño hogar se debía a una razón más familiar de lo que pensaba: dos pequeños huevos se escondían en el nido de forma cóncava que este animalito cuidaba con una disciplina sorprendente. Esa era la razón para ubicarse en el lugar más inaccesible de la copa del gran árbol, proteger a su nueva familia.
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Hasta que vuelen fuera del nido.
Desde el momento en el que el descubrimiento de una nueva familia fue hecho, Soares volvía al lugar ocasionalmente a revisar el progreso y pudo ser testigo delos primeros días después del nacimiento de dos hermosos polluelos que conocieron el mundo en un nido seguro y calentito que su madre se esforzó en construir.
Incluso, cuando fue tiempo de que hicieran su primer vuelo, Caroline pudo presenciarlo y tomó varias instantáneas y videos preciosos que nos demuestran el ciclo de vida en la naturaleza, el amor de una madre y lo mucho que un buen hogar contribuye a volar lejos.
En este video podrás ver a los pequeñitos tomando una siesta, horas antes de alzar vuelo por primera vez.
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Fuentes: Bianca Caroline Soares, The Dodo