Este perrito no quería ser más el perro de nadie, no quería pasar más frío ni soledad, ya era hora de dejar la calle atrás.
Durante un buen tiempo este perrito estuvo deambulando por las calles de Rumania, pero en un esquina por suerte encontró una mujer que lo alimentaba a diario, gesto que era agradecido por el peludito pero él diariamente seguía buscando y moviendo su colita alegremente a todas las personas que veía, con la intención de ser adoptado.
Nunca perdió la ilusión, pues en su corazoncito guardaba la esperanza que aquel lugar le volvería a traer buena suerte.
Su espera finalmente dio fruto.
En aquella esquina en la que se alimentaba y jugaba de vez en cuando con los residentes que pasaban, se percató aquella mañana de la presencia de unas personas desconocidas y muy amigables que le llamaron la atención. Sin dudarlo, pasó la calle y se encontró con tres trabajadores de la fundación Howl of a Dog, organización que rescata animales en Rumania y que se encontraba allí llevando a cabo una jornada de esterilización.
Se acercó con cautela, pero luego de unos mimos y una porción de comida, se dejó consentir tiernamente; le pusieron el nombre de Remy. En ese momento los trabajadores se dieron cuenta de que le faltaba un pedacito de su oreja izquierda y de que en su nariz tenía una cicatriz muy notoria, según la organización, producto de una absurda práctica que llevan a cabo en los pueblos de Rumania, que consiste en poner una especie de hierro caliente en esa parte del cuerpo, para evitar que los perritos se enfermen de moquillo, una creencia popular que carece de fundamentos científicos.
A pesar de que Remy está marcado por aquel imperdonable evento, siempre ha confiado en que no todos los seres humanos somos iguales y para confirmar aquel inocente pensamiento, estaban los trabajadores de la fundación que lo cuidaron desde su llegada.
A través de sus ojos se ve la pureza de su corazón.
Había sobrevivido a las inclementes calles, a los golpes de la vida y sin embargo, Remy siempre tenía un alegre saludo que ofrecer a quienes se encontraba en su camino, no había la menor duda de que sería un excelente miembro para una familia. Mientras Howl of a Dog se encontraba realizando la campaña de esterilización, le buscaban hogar a Remy, pero sus esfuerzos parecían insuficientes.
El perrito estaba muy entusiasmado de recibir su ayuda, por eso cada vez que regresaban para continuar con su labor, él los saludaba de la mejor manera, estaba seguro que con ellos iba a encontrar el hogar que tanto había buscado. Los días pasaban y el grupo de trabajadores tenía que irse, no comprendían cómo la gente no se enamoraba de aquel peludito con una personalidad tan hermosa, por lo que finalmente decidieron llevarlo consigo.
Remy fue llevado a un hogar temporal, en el que siguieron trabajando por buscarle una familia definitiva. Allí día tras día demostró lo feliz que estaba de dormir en una cama calientita, tener a disposición siempre un platito de comida y, sobre todo, de tener amigos perrito y juguetes con quien jugar toso el día. Sin lugar a dudas, estaba feliz de dejar la calle atrás.
Con el pasar de los días, aprendió a comportarse muy bien, el peludito solo necesitaba un poco de atención y ayuda para convertirse en el mejor hijo perruno, el cual se encontraba siempre alerta para quien quisiera adoptarlo.
Recientemente la fundación Howl of a Dog publicó una actualización de la historia de Remy en Charlotte – Carolina del Norte, donde encontró una familia que se fijó en él, ahora tiene un nuevo nombre (Milou), y goza de la felicidad y amor que se merece al lado de su nuevo hermanito Lupo, con quien juega por horas.
Agradecemos a la familia que lo adoptó y además a las instituciones animalistas que diariamente velan por mejorar la calidad de vida de los animalitos, esperamos que cada día tengan unos grandiosos resultados que los motiven a seguir con tan bella labor.
En el vídeo a continuación podrás ver las tiernas imágenes de este perrito en su proceso de rescate y rehabilitación:
Fuente: Howl Of a Dog.