El miedo es un sentimiento que palidece cuando el amor se hace presente.
Muchas veces los humanos desarrollamos miedo a los animalitos por algún trauma de la infancia o por sensaciones negativas innatas, como Teresa Hwang de 51 años, quien vivió toda la vida con temor a los perritos por una mordida que tuvo de uno de ellos cuando era niña.
La confianza se gana de a poquitos.
Teresa vive en Canadá y es maestra de educación especial en la escuela primaria de Oakville. A los 10 años mientras crecía jugando con los vecinos de su calle, fue mordida por el perrito de uno de sus amigos en la frente, el primer episodio traumático, sin embargo, 10 años después tuvo un segundo episodio, cuando otro animalito la mordió en la pierna.
Ver esta publicación en Instagram
Su suerte con los peluditos no era muy buena y empezó a tener ciertas prevenciones con ellos: evitaba pasar por su lado, dejó de correr al aire libre por miedo y le recomendaba a sus amigos con perritos en casa que cuando los visitara los dejaran en algún lugar apartado. Durante más de tres décadas los evitó y aunque habían excepciones a la regla y situaciones en las que podía sentirse tranquila con alguno a su lado, siempre volvía el miedo con algún ladrido o gruñido.
Una situación forzada que cambió sus viejas ideas.
Durante muchos años, el novio de Teresa estuvo pidiéndole con insistencia que adoptaran un perrito, sin embargo, cada vez que lo pensaba el miedo volvía a su mente. La situación cambió cuando en una ocasión la hermana de Teresa tuvo que pedirle como una urgencia que cuidara a su perrita de 16 años, Cola. Fue un momento de intimidad que supo aprovechar muy bien y en el que aprendió a tener más confianza en los peluditos. En ese momento tomó la decisión de empezar a buscar la adopción de uno.
Durante semanas empezaron a investigar en compañía de su novio, diversos refugios e información que les permitiera llegar al cachorrito adecuado, hasta que por fin llegó Patches (el nombre antiguo de Boo) proveniente de Niagara Dog Rescue en donde había estado seis meses. Originario de Texas en Estados Unidos, donde había tenido una situación difícil con dos refugios y, al menos, un hogar de paso, Boo era un perrito diferente a los demás.
El uno para el otro.
La ficha de características del pequeño cachorro mostraba un camino difícil. Estaba recomendado para un hogar con muy poco ruido y sin niños. A pesar de esto, decían que era genial con otros perritos, parecía que los traumas que habían generado sus conductas defensivas provenían de los humanos. A pesar de la timidez con que lo describían y sus problemas para socializar, todos los voluntarios no dudaban en decir que era un completo caballero, esto hizo que Teresa pensara que valía la pena.
Cuando conocí a Boo, lo primero que recordé fue que era mucho más pequeño de lo que pensaba que sería por sus fotos. También observé cuán temeroso y nervioso estaba. Estaba sentado en un banco al lado de su madre adoptiva cuando llegamos. Mientras estaba sentado en el otro extremo del banco hablando con su padre adoptivo, no lo miré ni me relacioné con él porque estaba bastante ansioso. -Dijo Teresa a Bored Panda.
En ese primer acercamiento para analizar la situación fue crucial para que Teresa se enamorara de él. Cuando ya llevaban alrededor de 15 minutos hablando con la persona encargada, Boo salió de detrás de ella y se acercó a Hwang, cuando ella volteó, el hermoso animal le dio un beso en la nariz y volvió a esconderse rápidamente. De inmediato, la mujer que hacía el papel de mamá adoptiva demostró su sorpresa, no era normal que lo hiciera y era un verdadero acto para demostrar que la había escogido.
El camino nunca fue fácil pero tuvo sus frutos.
Han pasado dos años y medio desde ese primer contacto exitoso entre Teresa y Boo y fueron muchas las situaciones difíciles que tuvieron que pasar.
Al principio y durante meses Boo no se acercaba demasiado, permanecía aislado, no le gustaba que lo vieran correr, tenía señales típicas de miedo y temblaba ante la presencia de cualquier ruido un poco estruendoso como la lavadora.
Poco a poco y contando con muchísimo amor, empezó a tener más confianza, a mover la colita, a sonreír y dejar de tener miedo. Lo trataron con múltiples calmantes y siempre intentaban abrazarlo y tener contacto físico con él. Actualmente expresa mejor sus emociones, sin embargo, siempre será un perrito diferente a los demás. Es reservado, trata de no involucrarse con otras personas y sigue conservando su espacio propio pero por fin ha logrado entender que Teresa no le hará daño.
Él no es tu perro típico. Todavía se va si la gente se mueve por la casa. No se motiva por las golosinas. Se esconde si escucha hojas en días ventosos. Él nunca viene a la puerta para saludarte. Él no saltará sobre tu regazo para animarte. No es súper amigable. No le gusta ser mascota de extraños. Pero Boo ha logrado muchas cosas en los últimos dos años y medio desde que lo vimos por primera vez. –Admitió Teresa a Bored Panda.
Por su parte Teresa ha empezado a lidiar más con sus miedos, admite que aún le genera un poco de estrés estar cerca de perritos desconocidos pero dice que Boo ha sabido guiarla hacia el amor por los animalitos. Con él siente plena confianza, incluso cuando ladra o gruñe, ya no tiene más miedo y asegura que después de su amado y consentido cachorrito vendrá otro perrito al que también le dará su confianza, tiempo y dedicación. Definitivamente hay ángeles que llegan a nuestra vida a enseñarnos. Ellos son eso el uno para el otro.
Este es el video de TikTok con el que Teresa dio a conocer su historia y se hizo reconocida en redes sociales.
Ver esta publicación en Instagram
Fuentes: Teresa Hwang, Bored Panda.