Nadie entendía porqué no recibía la comida en platos, hasta que la siguieron y descubrieron a su hijito.
Esta no sólo es una historia que resalta la valiosísima labor de los rescatistas que ayudan a los animales callejeros, sino que es una emocionante y conmovedora muestra de que el amor maternal no es exclusivo de los humanos y que por el contrario una tierna gatita nos puede dar la más grande lección de compromiso y sacrificio.
Fue precisamente un pequeño grupo de voluntarios, constituido en su mayoría por mujeres de edad avanzada, quienes nos dieron la oportunidad de conocer la conmovedora historia de Dong Suk, una gatita que como muchas comenzó su vida en la calle.
Ella hacía parte de una colonia de gatos ubicados en uno de los tantos barrios de Seúl, Corea del Sur. Dicha colonia era atendida por una mujer que durante años se ha dedicado juiciosamente a repartir comida a estos preciosos animalitos y ha organizado jornadas de esterilización para intentar disminuir su creciente población con la esperanza de no volver a ver algún día ni un solo gatito bajo las inclemencias de la vida callejera, al menos en su vecindario.
Una gatita con un extraño comportamiento.
A esta mujer se han unido a lo largo de los años varias personas más que la apoyan en su labor, algunos de ellos pertenecientes a refugios cercanos. Como bien lo han expresado, cada gatito trae su propia historia y todos son especiales a su manera. Con el tiempo los han ido conociendo y a los que con frecuencia llegan a la hora de repartir la comida, les han, inclusive, puesto nombre. Dicen que es muy triste cuando empiezan a notar la ausencia de alguno que solía frecuentar el punto de entrega de comidas, pues saben que la calle se ha cobrado una víctima más.
Y aunque todos los días se enfrentan a ver la difícil vida que llevan, un caso en particular llamó mucho su atención. Se trataba de una hermosa gatita que con miedo se acercó la primera vez que olió la comida, los voluntarios pensaron que iba a hacer lo que todos: comer e irse, pero no fue así.
Aunque se veía hambrienta no quiso comer, se acercó a los platos, los olió y empezó a mirar y moverse de un lado a otro, como buscando algo. Nadie entendía que le pasaba, finalmente se fue.
La señora preocupada por el comportamiento de la gatita, al día siguiente compró una comida distinta pensando que podía ser que no le gustara la que le habían ofrecido. Era una posibilidad rara, puesto que un animal de la calle con hambre no tiene miramientos, sólo busca saciar su necesidad más primaria.
Llegó a pensar que podía inclusive, tratarse de un caso de rechazo instintivo a algún componente que pudiera hacerle daño, pero nuevamente la gatita llegó al punto de entrega y aunque le ofrecieron otro tipo de comida, una vez más la olió, buscó con ojitos de preocupación y se fue.
“Por favor dame mi comida para llevar”
La curiosidad y preocupación del grupo se incrementaba con el pasar de los días, pues seguían sin entender que pasaba con la enigmática gatita, sin embargo, tenían claro una cosa: no se darían por vencidos hasta saber qué le estaba sucediendo y hallar la forma de ayudarla.
Se les ocurrió probar con comida húmeda, ya que esta es mucho más apetitosa que la seca. Con paciencia esperaron a que el animalito apareciera, pero una vez más la frustración fue el resultado del día, la gatita no quiso probar la comida.
Estuvieron intentando cosas durante días, pero nada cambiaba hasta que a alguien se le ocurrió dejarle la comida en una bolsa plástica, un poco retirada del grupo para ver si así se sentía más cómoda y segura para comer. Lo que sucedió cuando la gatita se acercó, fue aún más extraño que lo ocurrido en días anteriores.
Sin demoras tomó con su boquita la bolsa que contenía la comida y se fue. Todos quedaron muy sorprendidos y con muchos interrogantes, pero sintieron que fue un pequeño éxito, pues que se hubiera llevado la comida significaba un avance.
Durante días se repitió la misma situación, le ofrecían las bolsas y ella las tomaba de inmediato y se iba. Fue entonces cuando decidieron que necesitaban saber porqué hacía eso y la única manera de averiguarlo sería siguiéndola.
Un gran descubrimiento, ahora todo queda claro.
Se prepararon para grabar la persecución y se aseguraron de mantener distancia entre ellos y el animalito para evitar que se asustase y escapara. Como ya era costumbre, la gatita apareció más o menos a la misma hora que solía hacerlo, tomó su bolsita y se fue. Esta vez la siguieron.
Pronto llegaron a un edificio que se encontraba en construcción, la gatita subió a una especie de tejado y comenzó a dar vueltas y a maullar, a los pocos segundos los voluntarios vieron la escena más enternecedora del mundo: un cachorro apareció respondiendo al llamado de su mamita.
Ella le entregó la bolsita y él rápidamente rompió el plástico y comenzó a comer, sólo hasta que finalizó ella se acercó para terminar lo que quedó.
En ese momento todo estuvo claro. La gatita no quería comer porque antes que su hambre le urgía saciar la de su cachorrito, por eso no probó bocado y lo que buscaba cuando los voluntarios le ofrecían los platos era la forma de llevarse la comidita, sólo hasta que se la dieron en una bolsa encontró la forma y así todos los días se la llevaba a su hijito.
Tremendamente conmovidos por lo que veían, decidieron que no podían dejar en la calle a esos dos pequeños que con tanto esfuerzo intentaban sobrevivir. Fue en ese momento que descubrieron algo aún más triste en el pasado de la pobre gatita.
Hablando con los habitantes más cercanos del edificio se enteraron que la gata había tenido una camada de cinco gatitos, de los cuales sólo sobrevivía ese pequeñito, por eso la gatita se esforzaba con tanto esmero y sacrificio por cuidarlo. Había sufrido la perdida de sus otros cuatro hijos y no se permitiría perder al último de ellos.
Para los voluntarios se convirtió en una misión rescatarla y darle un hogar la lado de su pequeñín, ella ya había hecho lo suficiente, ahora les tocaba a ellos darle lo que no habían tenido hasta el momento.
Prepararon así su rescate. Lo primero era ganarse la confianza para evitar que se fueran y no pudieran localizarlos nuevamente. Les llevaron un colchón y una mantita para que no pasaran tanto frío en las noches, les dejaron comida cerca, de esta forma la gatita no tuvo que volverse a desplazar para obtenerla y con el paso de los días se fueron acercando.
La gatita era más receptiva, pero al cachorro le costó más tiempo adquirir la confianza para acercarse a los voluntarios. Con paciencia, al fin lo lograron y fue así como pudieron sacarlos del edificio y llevarlos a un hogar de paso, mientras les conseguían una familia que cuidara de ambos para el resto de sus vidas.
Una nueva vida lejos de las calles.
Lo más bonito fue que en el hogar de paso les dieron una camita en forma de casita, les pusieron platicos con abundante comida para que nunca les hiciera falta, al igual que agua y ambos estaban notablemente felices, el cachorro no dejaba de darle besos a su mamá y ella se veía aliviada del peso de asegurarse la supervivencia de su hijito en las calles.
Cuando revisaron al cachorro, resultó ser una gatita. Madre e hija fueron esterilizadas y así conducidas a vivir una vida de privilegios, amor y seguridad, todo lo contrario a su vida en las calles.
Es de resaltar la hermosa labor que llevan a cabo las personas que ayudan a los animales, sin ellos, miles de historias terminarían con los finales más tristes y aunque muchos animalitos no cuentan con la suerte de toparse con un rescatista y mueren de las formas más crueles en el absoluto anonimato y olvido, otros han tenido, gracias a las nobles acciones de estos individuos, la oportunidad de vivir una vida muy diferente a la que el abandono y la indiferencia los había condenado.
Por eso, si tienes la oportunidad de apoyar el trabajo de un animalista o una fundación que trabaje en tu zona, no dudes en hacerlo pues si entre todos juntamos esfuerzos, tal vez, algún día podamos ver un mundo en que los peluditos no sufran más.
Fuente: SBS TV