Estaba muy solita y no tenía quién jugara con ella.
La vida de una perrita Pit Bull llamada Liza, no ha sido fácil y se ha visto expuesta al sentimiento de lucha y perdida desde que era bebé. Su madre fue abandonada en las calles estando en embarazo, afortunadamente, un refugio la rescató y le dio acogida a ella y a sus cachorros.
Sin embargo, ninguno, incluyendo a la mamita, tenían buena salud, sus días como callejerita y malos cuidados antes de eso, la habían pasado factura y las probabilidades a su favor eran escasas, pero gracias a los esfuerzos de los voluntarios del refugio todos lograron salir adelante y poco a poco fueron consiguiendo hogar.
Entre esos hermosos hogares que le abrieron un espacio a un perrito, se encontraba el de Debi Kolak, una mujer amante de los animales que ya tenía una perrita llamada Mona y quien decidió adoptar a Liza de tres meses de edad.
Desde el principio las dos perritas se volvieron inseparables, jugaban todo el día, dormían juntas y se amaban. Lamentablemente nadie dura para siempre y Mona dejó este mundo de forma repentina y sin explicación.
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Por supuesto, Liza estaba en extremo triste, su amiga, su hermana, su compañera se había ido para siempre. La perrita entró en depresión y dejó de jugar. Debi muy preocupada intentó hacer todo lo posible por animarla, pero nada daba resultado.
Un corto tiempo después del triste acontecimiento, Debi se fue a vivir con su novio Joel, él tenía dos perritos, pero estos estaban ya en la tercera edad, no eran jóvenes y vigorosos como Liza. La mujer se fue con la esperanza de que los dos perritos llenaran el espacio de Mona en la vida de su peludita.
No fue así. Debido a la diferencia de edad, no lograron convertirse en compañeros inseparables, se llevaban bien, pero ni de cerca tenían la relación que había entre Liza y Mona. La perrita continuó deprimida.
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Fue entonces cuando a Debi se le ocurrió que podrían adoptar un cuarto perrito, uno joven y más cercano a las necesidades de Liza. Joel no estuvo de acuerdo con la idea, pues le parecía que tres perros eran suficientes y un cuarto les complicaría un poco la vida. Afortunadamente, ella por su lado continuó adelante y se puso en contacto con varios refugios.
Uno de ellos le mostró un perrito Pit Bull que se ajustaba a lo que ella estaba buscando, su nombre era Murphy y su historia era muy triste porque había sido devuelto al refugió en tres ocasiones debido a que no se adaptaba a las familias que intentaron darle hogar.
Debi visitó el refugio y conoció al perrito antes de presentarlo con Liza, pues quería verificar como era él. La primera experiencia no fue muy buena pues se encontró con un peludito triste, desilusionado y al parecer muy poco compatible con su perrita.
Murphy estaba triste … de aspecto derrotado, le contó Debi a TheDodo. Tenía una gran cicatriz en la cabeza. No ladró ni corrió a la jaula. Simplemente se sentó allí, presionado contra la cadena de su pequeña perrera. Me senté en el suelo, puse mi mano en la cerca y hablé con él. Él mordisqueó mi dedo y apenas latió su cola. Inmediatamente pensé: ‘no hay forma de que este perrito sea compatible con Liza’. Pero me atrajo su rostro lastimoso.
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Decidió esforzarse un poco más y darle otro oportunidad, pero esta vez sería Liza quien lo evaluaría y el resultado fue tan inesperado como hermoso: tan pronto los dos perritos se conocieron, empezaron a jugar y fue como amor a primera vista.
Liza y Murphy tuvieron una conexión instantánea. ¡Él se puso patitas arriba para ella y luego comenzó el juego! Corrieron y se divirtieron durante casi una hora, sin mostrar una sola vez agresión y encajando perfectamente entre si. Yo supe que él era el indicado y Liza supo que él era el indicado. – Comentó Debi.
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Lamentablemente no lo podía llevar a casa con ellas de inmediato, pues faltaba el pequeño detalle de convencer a Joel y explicarle porque había seguido adelante con la idea de adoptar otro perrito. Afortunadamente, él es un hombre de buen corazón y al ver lo contentas que estaban las dos, les dio su visto bueno para continuar con la adopción.
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Les dije a los voluntarios en el refugio que tendríamos que discutirlo y les avisaría. Murphy y Liza se quejaron mutuamente, como llorando, mientras se lo llevaban. Llamé a Joel cuando me fui y hablé con él al respecto y él me dijo: ‘¡Bien, no puedes dejarlo allí, regresa por él!, ¡y Así que lo hice!’. – Relató emocionada Debi a TheDodo.
Sin perder ni un sólo segundo perrita y mamá humana volvieron al refugio para llevarse consigo al peludito.
Murphy inmediatamente se subió al asiento trasero de mi camioneta y solo miró por la ventana, latiendo tímidamente su colita. Finalmente se inclinó y me lamió la cara. Liza se acurrucó contra él como si le estuviera asegurando que iba a estar bien y que sería amado, y te juro que ella tenía una sonrisa en su cara durante todo el viaje a casa. – Recordó Debi.
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Se acogieron al programa “Take A Chance On Me”, lo que traduce más o menos como «Dame Una Oportunidad», el cual permite, antes de finalizar el proceso, que los adoptantes se lleven a casa al perrito durante tres días para ver si todos se adaptan bien, sino, pueden regresar al animalito al refugio. Pero en sus corazones sabían que esto no ocurriría.
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En solo unos pocos días de tenerlo en casa, no puedo entender cómo nadie le daría una oportunidad a este perro, es increíble. Llamé al refugio y les dije que quería finalizar su adopción y todos lloraron y aplaudieron. No tuve que hacer ninguna donación al refugio debido a que él estuvo allí durante tanto tiempo y nos están dando clases gratuitas de entrenamiento de transición para ayudarlo a aprender a confiar y cómo ser parte de una familia. Estoy emocionada de ver cómo lo hace y me emociona que finalmente se dé cuenta de que está en casa para siempre. Finalizó Debi.
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Murphy estaba destinado a pertenecer al hogar de Debi y aunque resulte inesperado, desarrolló un fuerte vínculo con Joel. Por supuesto, con Liza son inseparables, no paran de jugar, duermen abrazaditos y son el uno para el otro.
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Fuente: TheDodo.