Un osito de felpa abandonado por unos perritos en el patio trasero de una casa, se convirtió en su amigo fiel.
Las imágenes fueron captadas por Pamela Underhill, una fotógrafa que vive en Trenton Falls, cerca de Nueva York. Al vivir en una zona rural, la mujer siempre está atenta con su cámara ante cualquier movimiento de la naturaleza y por fortuna captó, la que sin lugar a duda, es la prueba de que no hay gran diferencia entre mascotas y animales en el formidable reino animal.
Las ventajas de vivir rodeada de vida silvestre.
Pamela vive junto con su familia en una propiedad que tiene alrededor de 20 hectáreas, lo que convierte su patio trasero en el mejor lugar para divisar los animales del bosque. Durante el invierno hacen lo que una familia normal: prenden la chimenea, asan malvaviscos, juegan con sus perritos en la nieve e incluso escuchan los fuertes aullidos de los coyotes 😱
Sí, así como lo oyen, durante mucho tiempo han vivido rodeados de los mamíferos a quienes les guardan mucho respeto y admiración, pero hace un par de años la imagen feroz y poco amigable que tenían de ellos, se derrumbó como un muñeco de nieve al que toca suavemente los rayos del sol.
Confundido con el ruido que hacen los árboles balsámicos de casi 45 años de edad, que bordean la entrada de su casa, se oye los frecuentes sonidos que hacen los coyotes durante las noches y que al otro día recuerdan, mientras se toman una taza de café.
En una de esas tranquilas mañanas fue que vieron a la temida criatura, estaba justo al inicio de la propiedad de los Underhill, caminó hacia adelante y mientras se mantenía en pie sobre sus gigantes patas, miró para ambos lados, algo lo había alertado pues sus orejas estaban rectas y su imponente presencia lo demostraba, por lo que decidió dar un paso atrás y alzando su patita dejó una huella en una rama caída, quizás para avisar a sus parientes de que él había estado ahí.
¨Un animal salvaje¨ con magia en su interior.
Al cabo de unos minutos ya se encontraba más cerca de la casa y mientras caminaba, notó lo que parecía ser un juguete sobre la nieve, en ese momento dentro de la casa recordaron que en distintas ocasiones los muñecos quedaban regados por la propiedad y que algunas veces no los encontraban de nuevo.
Mientras tanto el coyote siguió con su recorrido hacia aquella figura de color azul que le llamaba la atención, ya a pocos centímetros del juguete olisqueó el lugar, lo observó unos segundos, lo olfateó a fondo, lo tomó con su hocico, lo dejó caer en la nieve y nuevamente lo volvió a olfatear. En ese momento fue cuando empezó a ocurrir la escena que derritió el corazón de Pamela y su familia.
Ya sabía que el osito de peluche no le iba a causar daño, por lo que lo recogió y con fuerza lo lanzó hacía el aire y empezó a jugar con él, igual que como hacen nuestros peluditos. Así duró entre cinco y diez minutos, repitiendo una y otra vez la acción y de vez en cuando incluyó uno que otro salto de alegría e incluso se metió bosque adentro mientras lo sostenía en su su boquita.
En la casa de Pamela se divirtieron con la inspiradora imagen, mientras ella trataba de tomar tantas fotos como le fuera posible, en ese momento no puso en práctica los planos, la iluminación, ni nada relacionado, pues solo quería mostrarle al mundo lo que verdaderamente hay detrás de esos bellos seres, que se parecen a nuestras mascotas, que sienten y juegan igual que ellas, porque también son animales, obviamente sin dejar del lado su naturaleza salvaje.
Este fue un recordatorio tan maravilloso de que todos los animales, los salvajes y los no tan salvajes (nuestras mascotas) realmente no son tan diferentes. Tienen personalidades, tienen sentimientos y hacen todo lo posible para sobrevivir en lo que a veces es un mundo muy hostil. No son tan diferentes a nosotros – Dijo Pamela Underhill a Mother Nature Network.
Muchas veces hemos presenciado las distintas formas de divertirse de los animales, cuando hablamos de perros o gatos, pero cuando son otras especies los vemos con asombro, quizás aún no entendemos que también son animales, que merecen amor, respeto y un tiempo de juego y por qué no, también un nombre y su propio peluche.
Démonos y démosles la oportunidad a todas las criaturas, incluyendo las de vida silvestre, de conocerlas y de que nos conozcan, sin prejuicios y viendo más allá lo que sus tiernos ojitos podrían decir.
Fuentes: Pamela Underhill, Mother Nature Network.