Él sabía que se había subido al auto indicado.
Muchas son las experiencias que viven a diario los animales en la calle, entre el frió, el hambre y la indiferencia, se ven obligados a buscar la forma de sobrevivir en las inmensas ciudades humanas, en las cuales son poco más que opacas sombras a las que casi nadie dedica ni un pequeño gesto de amabilidad o compasión.
Sin embargo, para los pocos ojos interesados, resulta evidente el estado de necesidad que existe detrás de los peluditos que deambulan de una basura a otra intentando sobrevivir, mientras esperan, siempre esperanzados, a ser notados por alguien de buen corazón que desee llevarlos consigo para cuidarlos y darles la oportunidad de vivir una vida llena de jueguitos y comidita, las dos palabras con las que cualquier animalito definiría la felicidad.
Buddy, uno más de los miles de perritos callejeros de la ciudad de Houston, en Texas, seguramente agotado de las inclemencias de las calles, hizo una apuesta ingeniosa para intentar cambiar su vida. Esta es su historia.
Un pasajero inesperado.
Emily y Garrett, una joven pareja estadounidense, salía sonriente de su clase de yoga sin haberse todavía percatado que un rato antes de entrar al lugar donde hacían su práctica, habían dejado una de las puertas de su auto abierta. Por supuesto, esto suponía un gran peligro, pues fácilmente alguien hubiera podido robar el vehículo o al menos las pertenencias que habían dejado en su interior. No obstante, ese día no perderían absolutamente nada, por el contrario, un hermoso regalo les aguardaba en la parte trasera de su coche.
Al acercase al vehículo, la pareja vio que un precioso perrito Pit bull había, al encontrar la puerta abierta, saltado al auto y se había acomodado en el asiento de atrás. Estaba acostadito y con los ojitos llenos de esperanza, les dirigió una mirada expectante, una mirada que les rogaba que no lo sacaran.
La escena para Emily y Garrett resultó muy conmovedora, les llevó segundos comprender toda la situación: el perrito se había metido al auto a causa del frío, buscando un refugio, y tal vez, lo había hecho con una pequeña ilusión, con la esperanza de que los propietarios de ese paradisíaco lugar suave y calientito, tuvieran un buen corazón que les permitiera ver en él a un pequeño necesitado de una familia que lo cuide, ojalá no le repitieran lo que tantos le habían dicho antes: “¡fuera de aquí, perro sucio y pulgoso!”
Tranquilo perrito, escogiste el auto indicado.
No, no sería así, Emily y Garrett no eran ese tipo de personas, ellos no serían capaces de sacar de su vehículo a un pequeño que los miraba con tanta esperanza en sus ojos. Por el contrario, corrieron a buscar algo de comida, se veía que el perrito estaba hambriento, también le ofrecieron agua y rápidamente se dieron cuenta que el peludito no quería bajarse del auto, estaba tan a gusto y feliz de tener lo que había soñado que no renunciaría a ello tan fácilmente.
La pareja, un poco confundida, se miró entre si, sin saber muy bien qué hacer a continuación, pues realmente no estaban buscando un perrito, ese día su única intención era ejercitarse un poco en su clase de yoga.
Pero Garret, le dijo a Emily cuando ella le preguntó si lo iban a adoptar: “¿qué más podemos hacer?”
De esta manera, sin mucho preámbulo o preparación, entendieron que acababan de convertirse en padres perrunos.
Mira a continuación el emotivo vídeo del momento en que el perrito se subio al auto de la pareja y no se quería bajar.
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¡Momento! y si es de alguien más?
No obstante, al otro día de haberse presentado la situación y luego de llevar a Buddy, como decidieron llamar al tierno Pit bull, al veterinario y verificar que todo estuviera bien con su salud, el médico que los atendió les hizo caer en cuenta que tal vez el peludito se había extraviado de su hogar y que tal vez, no era propiamente dicho, un callejero.
El veterinario se basaba sobre todo en la raza del perrito, para sugerir la idea, pues si bien la gente abandona a toda clase de animales, los de raza suelen tener un poco menos de posibilidades debido al valor económico que en si mismos tienen. Distinto es el caso de los que llamamos “criollos”, sin raza, ellos sí casi siempre son callejeritos.
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Ante la idea de que alguien estuviera buscando a Buddy y que él tal vez sin poder decírselos, deseara volver con su verdadera familia, prefirieron ser precavidos y evitando encariñarse más con el peludito, decidieron darse a la tarea de averiguar si algún perrito se había perdido por las inmediaciones del lugar donde lo encontraron. También buscaron en Internet e hicieron ellos mismos publicaciones anunciando que habían hallado un Pit bull en buenas condiciones que parecía que alguna vez había tenido un hogar.
Esperaron… pero nadie llegó. Definitivamente Buddy les pertenecía!
Una nueva vida.
Pasaron muchos meses, la pareja sentía que con Buddy su familia estaba completa y el peludito era absolutamente feliz, por fin tenía lo que todo perrito desea tener: jueguitos diarios, mucha comidita y una cama calientita al lado de sus padres para dormir toda la noche, sin frío y sin miedo. Ya nadie lo rechazaba, ya nadie le decía “fuera de aquí”. Ahora todas las personas eran amables con él, lo saludaban al pasar y, en ocasiones, lo consentían.
Sin embargo, una buena vida no está exenta de malos momentos. Un día, mientras Buddy jugaba, vio un ave y corrió tras ella, corrió tanto que sus padres no pudieron seguirlo y a pesar de que lo buscaron por horas, no lo encontraron.
Emily estaba muy preocupada no podía aceptar que luego de tanta felicidad, luego de que su perrito hubiera irrumpido en su vida de una manera tan particular, se fuera de la misma forma: inesperadamente.
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Ni ella ni su esposo estaban dispuestos a aceptarlo. Ambos salieron a buscarlo a diario, no se desprendieron de Internet buscando en las páginas de reporte de animalitos perdidos, incluso, un día visitaron un refugio porque alguien les dijo que allí había un perrito que encajaba con la descripción de Buddy, pero al llegar confirmaron que no era él.
Cuando sentían que sus esperanzas comenzaban a desvanecerse, una llamada les devolvió la alegría: un refugio había encontrado al travieso peludito!
Sin tardanza fueron en su búsqueda y unas horas después, no sin antes pasar por una veterinaria para ponerle un GPS para que nunca les vuelva a pasar, ya lo tenían de nuevo en casa. Todos, sobre todo Buddy, saltaban de felicidad de estar de nuevo juntos.
Esta experiencia les sirvió para darse cuenta de cuánto se querían entre si y lo triste que sería no tener en sus vidas a ese hermoso regalo peludo que un día, de manera completamente inesperada, se subió a su auto, para instalarse, no en la parte trasera del vehículo, sino en lo más profundo de sus corazones.
Fuentes: The Dodo