La dueña del refugio se encargó del tratamiento médico del perrito pero contó con los mejores enfermeros del mundo para asegurarse que sanaría.
Jenny, conducía hacia el santuario de chimpancés que actualmente dirige, pero de camino se cruzó con un perrito en muy malas condiciones al que se negó a abandonar. El día que había transcurrido con total normalidad, acababa de dar un giro a favor de este angelito y de esta guerra mujer.
La protagonista de esta historia es Jenny Desmond, fundadora de Liberia Chimpanzee Rescue and Protection (LCRP), una fundación que creó en el 2015 con su esposo Jimmy Desmond. Jen, como cariñosamente le llaman sus colaboradores, asegura que está viviendo la vida que siempre quiso, una vida al servicio de la protección y la conservación animal.
Su amor por los animales nació cuando era pequeña y ayudaba a cuanto perrito podía, ahora siendo ya una mujer hecha y derecha, cuida de chimpancés que han quedado huérfanos por el comercio ilegal de carne de animales silvestres o para uso como mascotas.
Su diario vivir se enfoca en dar de comer y ayudar a formar lazos entre los chimpancés del refugio, asegurándose que en aquel lugar donde no les falta nada, pasen una vida feliz el resto de sus días. El amor de está mujer por estos animales se demuestra en sus ojos, en la forma que los mira, los abraza y los besa.
Jenny simultáneamente trabaja por proteger esta población tan vulnerable, asociándose con otras fundaciones para luchar contra el tráfico de animales. Pero su amor por estos bellos saltarines nació en el año 2000, cuando sin pensarlo tuvo la oportunidad de cuidar de un animal de esta especie.
Afortunada la hora en que Matooke, el chimpancé, llegó a sus vidas.
Antes Jenny había tenido la oportunidad de compartir con estos bellos animales, pues desde 1999 había sido voluntaria en distintos refugios. Pero fue solo hasta el año 2000 y con Matooke que Jen descubrió que quería amarlos y ayudarlos durante toda su vida. Su pasado la hacía la persona indicada para ayudar a rehabilitar a Matooke, un chimpancé de dos años que había quedado huérfano, aquella experiencia con el indefenso miquito ratificó para ella y para su esposo Jimmy que querían seguir ayudando a estos tiernos primates.
En 2015 la vida les envió otra señal, pues la Sociedad Protectora de Animales de los Estados Unidos les pidió a los hermanos Desmonds, que se mudaran desde Kenia a Liberia para cuidar a 66 chimpancés que habían sido sacados de una investigación médica y estaban en pésimas condiciones. Sin pensarlo dos veces viajaron y empezaron a crear métodos de alimentación y atención para los primates.
Al cabo de unas semanas, la salud y el comportamiento de los chimpancés empezaba a mejorar, las buenas noticias corrieron en Liberia y a los pocos días empezaron a llegar más de estos animalitos al que sería su nuevo hogar.
Bienvenidos sean todos, estamos acá para ayudarlos.
Diariamente la puerta sonaba y era un chimpancé buscando ayuda. Al ver la alta demanda de atención hacia los chimpancés huérfanos, Jenny y Jimmy crearon Liberia Chimpanzee Rescue and Protection, un lugar en donde todos podrían llegar para ser ayudados y amados por el resto de su vida. A la fecha los hermanos han acogido a más de 40 chimpancés, que están entre los pocos meses de nacidos y 10 años de edad.
Ahora estos lindos animales hacen parte de una gran familia que los amará y cuidará para siempre. Claramente la esperanza de los Desmond es que cada día lleguen menos animales pidiendo ayuda, pues a diario luchan por, uno, acabar con el comercio ilegal y dos, lograr que los que estén libres así permanezcan.
A diario Jen y Jimmy recorren la aldea para verificar que todo marche bien, pero fue en uno de sus rutinarios paseos que encontraron a otro animalito que urgentemente necesitaba de su auxilio.
Mírenme, no soy chimpancé pero también necesito de su ayuda.
“Detén el auto Jimmy”, gritó Jenny. había visto un perrito muy pequeño al lado del camino y sabía que algo no está bien con él. Se bajó corriendo del vehículo y al ver las tristes condiciones en las que se encontraba el cachorrito, decidió ayudarlo. Los dos se miraron fijamente, ambos tenían sus ojos llenos de lágrimas, Jen por la vida que estaba llevando el perrito y él porque no quería estar un minuto más ahí. Estaba muy delgado, tenía la piel muy afectada y su barriguita demostraba una necesidad urgente de purga. El que parecía ser su dueño pedía dinero para que pudieran llevárselo, a lo que Jenny no accedió.
Aún escuchando las palabras del hombre, Jen le entregó de vuelta al perrito y le dijo que estaba en criticas condiciones, que sin agua y sin comida iba a fallecer. Sin decir una palabra más y haciendo uso de toda su fortaleza para mostrarse desinteresada se subió al auto e hizo que se iba porque sabía que si accedía a pagar por el perrito, el hombre encontraría otro cachorro y esperaría toparse con alguien como ella, sensible con los animales, para volver a obtener unos cuantos dólares a cambio. Debía hacer que el hombre le entregara al perrito sin ninguna condición.
Luego de unos tensos minutos, afortunadamente el hombre dejó ir al perrito.
Sobre las piernas de su nueva mamá, el peludito que fue llamado Snafu empezó a creer en que no todos los humanos eran malos, que había gente con un corazón tan grande y tan bueno como el de la mujer que se había fijado en él.
Los primeros cuidados fueron agradecidos con un desinteresado beso.
Snafu fue llevado a LCRP lugar donde fue curado, bañado y mimado como nunca. Al pasar de los días su mejoría empezaba a notarse, había subido de peso, su piel estaba en mejor estado y la comida le había dado fuerzas para correr, tal vez, por primera vez en su vida.
Ya sintiéndose mejor el pequeño cachorrito, empezaba a recorrer el refugio de vez en cuando y poco a poco se iba cruzando con los chimpancés que allí vivían y que demostraban su alegría al tener un nuevo compañero de aventuras.
“Vamos a jugar”, se decían entre ellos, pero el pequeño Snafu siempre llegaba tarde, pues aún no desarrollaba tanta motricidad en sus patitas. Un día cansados de que él siempre se perdiera parte de la diversión, decidieron alzarlo para bajar rápidamente las escaleras, desde ese momento el agradecido perrito creó con sus amiguitos chimpancés un lazo irrompible y ellos se dedicaron a cuidarlo y a ayudarle en su recuperación.
Un hogar maravilloso aparecía en el horizonte pero se ubicaba lejos de sus amigos.
En noviembre de 2017, Jen y Snafu, viajaron a Colorado a visitar a la hermana de Jenny, todo pintaba bien, el perrito se estaba comportando a la altura, tanto que las hijas de su hermana se enamoraron del perrito y pidieron quedarse con él. Con un sentimiento de tristeza pero de felicidad a la vez, Jen decidió dejarlo en la casa de su hermana donde sería igual de amado que en el refugio.
Aunque todo era nuevo para Snafu, él estaba muy feliz, tanto que corría con sus nuevas hermanitas como si no hubiera un mañana. Jen prometió volver a visitarlo de vez en cuando, para llevarlo al refugio a que saludara a sus amigos, a lo que la nueva familia no se opuso.
Actualmente el perrito disfruta de su nueva vida, agradeciendo al cielo y a Jenny que lo hayan sacado de aquel horrible lugar donde nació.
En el vídeo a continuación podrás ver la historia de este precioso pequeño salvado por Jen y cuidado por sus amigos chimpancés:
Si quieres apoyar la labor que Jenny y Jimmy hacen en el refugio de chimpancés, puedes hacer una donación en su sitio web: Liberia Chimpanzee Rescue and Protection,
Fuente: Their Turn.