Un día su amigo profesor no regresó, pero ahora sus alumnos se encargarán de él.
Para todas las personas perder un ser querido es doloroso, sobretodo, cuando fallecen y sabemos que no los vamos a volver a ver ni a compartir tiempo con ellos. Sin embargo, hacemos un proceso de consciencia dentro de nosotros y nos programamos para poder superar la perdida, por más que nos cueste y nos tome mucho tiempo lograrlo.
Ahora, si para nosotros es un proceso difícil que tenemos más capacidad para comprender y asimilar las cosas, para los animales se vuelve un tema aún más doloroso y apremiante.
Una historia de amor entre un buen hombre y un angelito sin hogar.
En la facultad de Mabalacat City College en Pampanga, Filipinas, un adorable perrito sin hogar se asomó todas las mañas para recibir comidita y un poco de cariño de los estudiantes y profesores, pero sobretodo de un amable, solidario y cariñoso profesor que se ha encargado de cuidar de él. Un hombre al que el perrito lo ha bautizado como su papá y mejor amigo.
El profesor tiene el nombre de Carmelito Marcelo y le ha puesto a su compañerito peludo el nombre de Buboy. Ellos se conocieron una tarde cuando el animalito estaba en busca de alimento y se acercó a la escuela, el perrito vio muchas personas y pensó que de pronto entre todas, habría una que se solidarizara con él y le compartiera un poco de su comida.
Efectivamente el pensamiento del perrito fue acertado y se encontró con el profesor que no dudo ni un momento en darle un plato de comida y un montón de caricias que lo hicieran sentir como un ser especial y amado.
Pasaron pocas horas para que este animalito le entregará por completo su amor y fidelidad, por lo que decidió acompañarlo durante el resto de la jornada y al finalizar el día, lo acompañó hasta tomar el autobús, entendiendo que no podía irse con él pero seguro de que al siguiente día regresaría.
Y así fue, al siguiente día el perrito llegó en busca de su amigo.
A partir de ese momento el peludito encontró un hogar en su amigo, aunque no era físico, pues no tenía una casa, el profesor empezó a significar para él su mundo.
También para el profesor el perrito se convirtió en su amiguito, su hijo de otra especie y su compañero, él se preocupaba mucho por el animalito y aunque no lo podía adoptar, por razones que no conocemos, trataba de garantizar en lo posible su bienestar.
Buboy comenzó a quedarse durante las noches en la facultad gracias a un permiso que consiguió el profesor, así fue como el hombre terminó ganándose cada vez más el cariño del peludito.
Buboy, comenzó a seguir a Carmelito a todas partes durante todo el día, su jornada comenzaba por esperar y recibir en la puerta del instituto al hombre, luego lo seguía hasta los salones de clase y lo acompañaba en el aula las veces que podía, las otras lo esperaba ansioso por su regreso en la puerta. Cuando él ya salia se iban juntos a la siguiente clase.
Después a la hora del almuerzo, ambos se sentaban en la cafetería y almorzaban, pues el profesor llevaba almuerzo suficiente para los dos. Al finalizar el día, el perrito dejaba a Carmelito en el autobús y se disponía a dormir y soñar con que las horas pasaran rápido y pudiera volver a ver a su persona favorita.
El vínculo entre ambos se volvió tan grande que incluso Carmelito en sus días de descanso iba a la escuela con el fin de visitar a su amigo, acompañarlo un rato, darle de comer y consentirlo para que él sintiera que no lo había abandonado.
Y así se dio su bonita relación durante 4 años.
Un inesperado hecho que acabaría con su amistad.
Caramelito una mañana despertó sintiéndose no muy bien, sin embargo, él por su angustia de ir a trabajar y no dejar de cumplirle a su amiguito, se dispuso a alistar sus cosas y salir de casa. A pesar de su voluntad, el hombre al ya encontrarse en la calle, tuvo un ataque donde no podía moverse ni gritar por ayuda, él ni siquiera lograba respirar. Caramelito estaba sufriendo un derrame cerebral.
Después de estar semanas hospitalizado, debido a que después del derrame quedó en coma y no pudo despertar, falleció, él hombre aún inconsciente, intentó luchar por su vida, pero no lo logró, se marchó del mundo dejando su vida y a su amigo para siempre.
Durante las semanas que Caramelito estuvo en el hospital, se veía al perrito triste, preocupado y ansioso por no poder ver a su amigo. Lo bueno es que los estudiantes y colegas del hombre lo consintieron y le dieron sus comiditas completas, también se sentaban a explicarle lo que estaba sucediendo pero el perrito no le interesaba si quiera comer, sólo veía a la puerta esperando el momento en que su papá regresara, pero para tristeza de él, eso nunca volvió a suceder.
Kristina Paola Demafelix, era una colega muy allegada a Caramelito y al enterarse de que el hombre nunca más volvería, quiso tomar su lugar y hacerse cargo del perrito, ella tampoco podía adoptarlo, además de que consideraba que su hogar ya era la escuela, pero si quiso cuidar de él y hacer que poco a poco su tristeza pasara y entendiera que aunque el hombre que le había devuelto la esperanza ya no estaba, el resto de las personas allí lo querían y estaban dispuestos a cuidarlo.
Una despedida triste pero necesaria.
Kristina, junto a los familiares de Caramelito, organizaron todo el funeral que permitiría darle un adiós y demostrarle a su espíritu que las personas y peluditos que quedaron en la tierra lo extrañaban, querían y agradecían por el buen hombre que fue.
La mujer consideraba que era indispensable que el animalito entendiera lo que estaba pasando y pudiese despedirse, por lo que uno de los participantes del velorio fue Buboy, él cual se comportó de manera muy educada, respetuosa e incluso tuvo una actitud de guardián, aunque aún no lo habían asomado al ataúd, él parecía entender lo que estaba pasando y no quiso alejarse en ningún momento de quién aún consideraba su papá.
Después de la ceremonia, Kristina acercó aún un poco más a Buboy al ataúd para que pudiese despedirse de Caramelito. Lo increíble fue que el animalito parecía haber perdido el control, no quería aceptar la realidad y tener que separarse de él para siempre.
Cuando llegó el momento de irse, el perro se negó a ceder. Buboy no quería soltar el ataúd de Marcelo. – Comentó Kristina en su página de Facebook.
Después de la dolorosa experiencia, los estudiantes y trabajadores de la escuela se han organizado para hacer de la vida de Buboy lo mejor posible, proporcionándole siempre amor, comida y caricias. A ellos después de perder al profesor, sólo les queda seguir su camino y actuar de forma solidaria y amorosa, tal y como él lo hubiera hecho, pues esa fue la enseñanza más grande que les dejó a sus estudiantes.
Fuente: MaKristinaPaolaDemafelix.