Mamá, puedo abrazarte para el resto de la vida?
Durante un voluntariado para pasear perros en un refugio llamado ACCT Philly, la joven Kayla Filoon, de 20 años de edad, conoció a un temeroso Pit Bull llamado Russ, desde el primer día en que lo vio, supo que él tenía algo especial y que ella estaba dispuesta a descubrirlo.
Russ, un angelito que nadie había atendido.
Con tan solo cuatro años de edad, Russ, un temeroso callejero, llegó al refugio en malas condiciones y extremadamente flaco. Le faltaba un poco de pelo en la cola y las orejas, tristemente era solo cabecita.
Aunque sus ojos demostraban tristeza, sus acciones intentaban decir: tuve una familia, fui muy juicioso, eramos felices pero un día no supe qué paso. Hoy estoy aquí luchando por mi vida y queriendo ser feliz nuevamente.
Un corazón dispuesto a amar sin medida.
Por su lado, el amor por los animales que sentía Kayla Filoon hizo que se uniera en diversas actividades de ayuda a los perros que hubiera en Philadelphia – Pennsylvania, su lugar de residencia. Entre la escuela, su familia y sus amistades, la chica abría espacio en su itinerario para pasear perros en el refugio de animales ACCT Philly.
Al finalizar uno de los muchos días en los que Kayla había paseado y consentido tantos perros como había podido, un sin sabor recorría su cuerpo. Acababa de conocer un pitbull llamado Russ, el cual había llegado unos minutos antes de que ella saliera de la fundación, su estado de salud le preocupaba enormemente.
Como si esto fuera poco, Kayla Filoon sabía que Russ estaba a punto de perder la vida, más que por las condiciones en las que había llegado, porque el refugio tenía que dormir a 15 perritos, razón que desconocían los trabajadores del lugar. Cualquier perrito podría ser seleccionado, sin embargo, los enfermos encabezaban la lista y Russ era uno de ellos.
Kayla quería ayudar al perrito y debía hacerlo rápido para no perder la oportunidad de estar con aquel pequeño con el que había sentido una conexión especial.
Una vida que salvar y un futuro para disfrutar.
La noche se hacía larga y Kayla contaba las horas para que amaneciera, finalmente el sol salió y la chica ya tenía todo listo para ser la tutora legal de Russ. En el refugio todos sabían que ella iba a volver por el perro del cual se había enamorado a primera vista, entregó los documentos, firmó unos cuantos papeles y en cuestión de minutos, Russ estaba a su lado esperándola para ir a su nueva casa.
Desde ese día sus vidas cambiaron para siempre, Russ entró a la casa y sintió como si a ese lugar perteneciera. Las muestras de amor se fueron dando poco a poco y los abrazos eran lo que hacía más feliz a Kayla, pues cada vez que ella estaba haciendo la tarea o se había recostado en el sofá, Russ llegaba a abrazarla, como diciéndole: hoy no te había dado las gracias por haberme salvado.
Russ aprendió rápido y hoy en día se comporta correctamente en el hogar, nunca se separa de su madre y ella aprovecha para tomarle fotos hasta en el baño.
El amor y agradecimiento de este perrito nos dicen mucho sobre la manera tan clara en que los animales manifiestan sus sentimientos y cuán conscientes son de su realidad, una razón más para no parar nunca de luchar porque todos y cada uno de estos hermosos seres que habitan en todo el planeta, tengan las condiciones de bienestar suficientes para ser felices, esa es nuestra misión como humanos: cuidar de todos ellos.
Esperamos que Russ y Kayla tengan muchísimos años por delante para quererse y cuidarse mutuamente.
Fuentes: Jamie Holt, Russ – The Tale of an ACCT Philly Rescue Dog.