Lamentablemente después del maravilloso reencuentro ocurrió algo muy triste.
Este vídeo constituye una muestra más de los sentimientos tan complejos y profundos que pueden llegar a experimentar los animales, incluso estos están por encima de los de los humanos, pues pocas veces vemos a una persona llegar a sentir de manera tan importante en su vida la presencia de aquellos que ama.
Quienes dicen que los animales no tiene sentimientos, demuestran sólo una cosa y es su increíblemente limitada capacidad de observación, porque basta con detenerse unos instantes a analizar el comportamiento de cualquier animalito y ver en ellos las más nobles expresiones de amor, compasión, solidaridad y fidelidad, así como claramente pueden sentir miedo, nostalgia y angustía.
En el año 2000 la humanidad pudo ser testigo una vez más de la grandeza de los animales. Sucedió cuando una elefante de avanzada edad, llamada Shirley fue trasladad a una reserva natural tras 20 años de recibir maltratos en un circo y posteriormente en un zoológico.
Prácticamente pasó su vida divirtiendo a las personas mientras ella en lugar de poder vivir una vida natural era sometida a la degradación de los trucos que la obligaban a hacer, trucos que además la dañaron físicamente.
En el circo conoció otra elefante a la que habían llamado Jenny, ambas de inmediato se hicieron inseparables, dormían juntas y cuando una era sacada de la jaula la otra comenzaba a llorar y a tratar de derribar las rejas para poder alcanzar a su amiga. Esta situación fue difícil y sumada a otras circunstancias, los dueños del circo decidieron separarlas y las vendieron a dos zoológicos distintos.
Pasaron 20 años antes de que se volvieran a ver.
Gracias a una persona que conocía la historia de ambas, reporteros de todas partes del mundo se interesaron es ser testigos con sus cámaras del momento en que Shirley y Jenny se volvieran a encontrar, luego de que una de ellas fuera trasladada a la reserva donde la otra vivía hacía ya algunos años.
Nadie sabía cómo iban a reaccionar y la gran pregunta era si iban a ser capaces de reconocerse.
Lo que sucedió excedió las expectativas pues ambas elefantes se reconocieron de inmediato, abrazaron sus trompas y tan pronto las dejaron salir a campo abierto no se separaron por más de un metro de distancia, jugaron y se abrazaron nuevamente.
Así pasaron seis felices años, pero tristemente Jenny murió a causa de una enfermedad.
Sólo nos queda el consuelo de que al menos estos dos maravillosos seres lograron al final de sus vidas conocer algo de la felicidad que cruelmente les fue negada por muchos años.
Mira en el vídeo a continuación el especial reencuentro y no olvides compartirlo.
Fuente: EVOLVE Campaigns.