Un perro te ama y te respeta, lo único que tienes que hacer es dedicarle tiempo y aprenderá de ti.
La llegada de un peludito a un hogar puede ser convulsa. En ocasiones, cuando son muy pequeños o vienen de lugares donde no se les daba el trato correcto, suelen ser traviesos y causar daños físicos, sin embargo, contrario a lo que piensan algunas personas, el camino correcto para lograr un entrenamiento completo y un buen comportamiento no debe ser el castigo físico. Un nuevo estudio así lo confirma.
Más castigos negativos, más estrés y miedo constante.
En la sociedad moderna, los perritos han tenido diferentes funciones en la comunidad humana: acompañar labores de campo como la caza o el pastoreo, servir como oficiales para diferentes fuerzas armadas o, simplemente, ser nuestra principal compañía en el hogar. Conforme los años han pasado, los peluditos con ese carácter doméstico han aumentado y el estudio de sus comportamientos, habilidades y pensamientos ha crecido, a pesar de ser muy escaso aún.
En esa constante búsqueda por entenderlos, uno de los puntos clave para el estudio de los biólogos ha sido el entrenamiento y la incidencia de los castigos en un perrito que convive en un hogar. Por esa misma razón, en octubre de 2019, la científica portuguesa Ana Catarina Vieira de Castro, que dirige un equipo en la Universidad de Oporto en su país natal, reclutó a 92 perros para comparar las consecuencias de un adiestramiento basado en las recompensas y los juegos frente a uno que usa como técnica la aversión y el refuerzo negativo.
La técnica usada fue elemental: 42 perros de los elegidos estaban en los programas de recompensa mientras que los otros 50 se encontraban inscritos por sus humanos a programas de aversión. Con números casi parejos para analizar ambas situaciones, el equipo se dedicó a grabarlos durante sus entrenamientos y, luego de ellos, tomaron muestras de saliva en cada uno para medir sus niveles de cortisol, hormona liberada por el estrés, en los momentos posteriores.
Los resultados fueron inmediatos: los perritos inscritos a programas con comportamientos de castigo como gritar o sacudir la correa, mostraban indicios de estrés en las grabaciones: estaban inquietos, lamían y bostezaban con mucha frecuencia y, además, las pruebas hechas en sus saliva tenían niveles de cortisol más altos de lo normal. Por otro lado, los peludos entrenados a base de recompensas y juegos no mostraron ninguna alteración en sus muestras de saliva ni comportamientos asociados a miedo.
Educar con amor, paciencia y respeto siempre será la clave.
El estudio no concluyó en ese momento, Vieira de Castro buscaba probar que existen consecuencias a largo plazo y lo logró. Después del análisis de los videos y la saliva, 79 de los perros fueron puestos a prueba en otra situación aleatoria que buscaba diferenciar a los pesimistas de los optimistas y reforzar la idea del castigo como un método de educación poco efectivo y con daños a futuro.
Todos los animalitos fueron llevados, uno por uno, a un cuarto donde se buscaba medir su reacción a una recompensa alimenticia. Se les enseñó a asociar un lado del lugar con algunas salchichas y luego se les implantó varios retos que incluían tazones vacíos en todo el espacio o, recompensas en el lugar indicado. Los perros, caracterizados como pesimistas, solían ser mucho más letárgicos y no mostrar emoción al respecto mientras que, por otro lado, los entrenados por recompensa solían corre de inmediato hacia el premio.
Básicamente, Vieira y su equipo pudieron comprobar que, entre más castigos y métodos de crianza extremos tenga un perro, mayor será su predisposición a sufrir enfermedades mentales como ansiedad por separación, miedo y estrés.
Los gritos y las enseñanzas físicas negativas solo harán que nuestros perritos sientan miedo y adopten comportamientos negativos a largo plazo. En este caso, si tenemos la necesidad de adiestrarlos por nuestra cuenta o en un sitio especializado, debemos buscar siempre hacerlo por la vía de la recompensa y, sobre todo, del amor.
Fuente: Biorxiv.