Se hizo amiga de los alpinistas y los siguió hasta la cima de una de las montañas más altas del planeta.
Un grupo de alpinistas estaba intentando alcanzar uno de los montes más altos del mundo, cuando su ardua caminata se vio acompañada por una dulce perrita callejera que estaba decidida a ir a dónde sea que ellos fueran, en un intento inequívoco de tratar de conseguir una persona que la cuide, la quiera y la aleje del terrible e inclemente frío de la montaña.
Como todos saben, el asenso a estos altísimos montes se hace en varias etapas y a lo largo de semanas, ya que avanzar en la nieve y sobre superficies completamente inclinadas es una labor exigente y lenta. En algún punto de la travesía, el grupo de alpinistas, entre los que se encontraba un sujeto llamado Don Wargowsky, visualizó a una linda perrita que estaba entre la nieve.
Según los guías de la expedición, locales que ayudan a los alpinistas a lograr su objetivo de llegar hasta la cima de la montaña, es usual ver perritos sin hogar andando de un lado para otro en el lugar. Si bien se hallaban a una altura considerable, las condiciones climáticas aún eran aceptables.
La perrita se veía un poco flaca y maltrecha, pero se movía con mucha agilidad y energía. Los guías intentaron hacer que Don Wargowsky ignorara a la peludita, porque según ellos los perros tienen rabia y contagian enfermedades por lo que no se les debe permitir acercarse. Pero Don no hizo caso de las advertencias e intentó llegar a ella para consentirla.
La perrita salió corriendo, pero luego de unos minutos volvió a donde estaba y miró con ojitos interrogantes a Don desde lejos. Este le ofreció algo de comida y ella se acercó con mucha cautela, a partir de allí, comenzó a seguir al grupo, al comienzo desde lejos pero poco a poco de más cerca.
Esa noche estaba helando y los vientos soplaban con toda su fuerza, pero la perrita se negó a dejarse tocar por Don, quien quería ganarse su confianza para que entrara a su carpa y de esa manera protegerla del frío, pero ella no tenía todavía la confianza para hacer eso. Prefirió permanecer acurrucadita a unos cuantos metros de la carpa de Don.
Él pensó que la peludita, a la que con cariño comenzó a llamar Mera, no sobreviviría esa noche, pero su sorpresa fue enorme cuando al día siguiente abrió su carpa y allí estaba el pobre animalito, esperándolo para que juntos continuaran su aventura.
Lentamente la perrita le tomó más confianza y en cierto momento Don y ella se volvieron inseparables, ella ya dormía con él en la carpa y no se desprendía de su amigo ni por un solo minuto.
En cierto punto, Don intentó dejarla amarrada al lugar donde estaban acampando y en el que iban a dejar parte de su equipo, porque le preocupaba mucho que la perrita no lograra continuar con la subida o sufriera un accidente en el camino. Su idea era terminar la escalada y regresar por ella cuando estuviera descendiendo.
Pero dos horas después vio hacia atrás y se dio cuenta que el fiel animalito había mordido la cuerda y los había alcanzado. Posiblemente sintió miedo de que la hubieran abandonado. A Don le conmovió tal muestra de cariño y apego, pero sabía que el viaje se volvía cada vez más peligroso para Mera.
Él era consciente que ellos iban cubiertos por capas y capas de ropa térmica y todos contaban con zapatos especiales para aislar el frío, pero la pobre perrita no tenía sino su pelito para protegerse y sus paticas en cierto momento comenzaron a mostrar heridas hechas por el cortante hielo de la montaña, pero a esas alturas no había nada que hacer para ponerla a salvo.
El asenso, luego de encontrarse a Mera por primera vez, duró más de tres semanas, pero al fin lograron llegar a la cima. La perrita en todo momento logró lidiar bastante bien con la subida y era admirable la capacidad que tenía de adaptación a uno de los terrenos más agresivos del planeta. Incluso los guías locales, que al principio le mostraron rechazo y desprecio por ella, estaban impresionadas y llegaron a atribuirle haber sido bendecida por sus dioses.
Mera se convirtió en la perrita con más metros escalados del mundo, al menos de los registros que se tienen. Logró llegar a 7.128 metros de altura.
Sin embargo, todo buen alpinista sabe que la subida sólo es la mitad del camino y la bajada, aunque menos exigente a nivel físico es más peligrosa. Mera lo supo de primera mano, pues en un punto de la bajada casi cae por un filo de la montaña, la perrita resbaló y alcanzó a agarrarse como pudo mientras Don llegó, la tomó de las dos patitas de adelante y la salvó.
Los guías le pusieron una cuerda para evitar otro accidente y lentamente, con mucha cautela, lograron bajar de la montaña. En todo momento la perrita estuvo a su lado.
El lugar al que los alpinistas llegan es un campamento en donde se organizan para partir de nuevo hacía Katmandú, de donde salen los vuelos que los regresan a su hogares. Don pasó varios días allí, antes de volver y Mera lo acompañó a todas partes.
El gerente del campamento, Kaji, estaba asombrado con la historia de la perrita y permitió que incluso durmiera con Don en su habitación, pero la hora de la despedida llegó y aunque al alpinista le partía el corazón dejar a la perrita, no la podía llevar consigo, pues no le permitirían viajar.
Fue entonces cuando Kaji, la adoptó, él le aseguró a Don que cuidaría de ella y no la dejaría sola nunca más.
Don recibió fotografías de Mera que fue rebautizada con el nombre de Baru, en honor al pico Baruntse, el cual la valiente y fuerte perrita escaló.
En las fotografías se ve que la peludita está mucho mejor, está más gordita y no quiso nunca más regresar a la montaña pues le gusta el cariño y cuidado que recibe en el campamento de parte de todos los turistas que la quieren conocer, porque sus hazañas ya son famosas en la región, y del mismo Kaji que la quiere mucho.
Fuentes: Don Wargowsky, UseJournal, OutSideOnLine, DailyMail.