Una vida no tiene precio, ni un euro ni mil millones de euros.
Mientras las organizaciones animalistas y todos los que amamos a los animalitos luchamos a diario por incentivar la adopción responsable para evitar el abandono y la esclavitud en criaderos, algunas de las personas con más dinero y poder en el mundo, se precian de pagar sumas exorbitantes por peluditos de razas exclusivas. Una práctica que ha tratado de ser abolida pero sigue estando más presente que nunca.
Las vidas no pueden medirse en billetes.
Desde el 2011, una polémica se ha cernido sobre la vida de los mastín tibetano, una raza ancestral de perritos grandes que, se dice, ha sido la cuidadora de los templos en el alejado territorio asiático desde tiempos antiguos. Su importancia radica en su gran presencia, su pelo abundante y la idea de que es el animalito de donde descienden todos los grandes perros de montaña.
Encontrarlos en la actualidad es difícil debido a la dificultad que implica tenerlos por aspectos económicos, de espacio y de tiempo de calidad que necesitan, sin embargo, desde inicios de la presente década, varias subastas organizadas por criadores han visto algunas de las sumas más altas ofrecidas por un perrito en el mundo, precisamente por esta raza tan codiciada por las personas que solo se trata de una cuestión de prestigio.
En ese año, un mastín de color rojo conocido como Big Splash fue vendido en China por 1.3 millones de euros que, para ese momento, era la suma más alta pagada por un perrito en el mundo, sin embargo, en 2015 otro empresario chino lleno de dinero superó la cifra y pagó 1.6 millones de euros por otro de estos imponentes animales que, con solo un año de vida, ya pesaba más de 90 kilos.
Aunque el dinero de los millonarios alcanza de sobra para participar en este tipo de subastas con perritos que, probablemente, queden en el abandono después de algunos años debido a el esfuerzo y compromiso que requieren, no alcanza para cubrir la verdadera necesidad cuando decidimos obtener a uno de estos pequeñitos: amor.
Estamos totalmente en contra de esta clase de conductas que solo cosifican a seres vivos que merecen nuestro cuidado y cariño sin importar su raza o linaje. El valor de estos peluditos va más allá de todas las sumas que podamos dar y con el dinero usado en este tipo de actividades que prolongan el maltrato, podríamos salvar a muchos que todavía esperan en las calles por ese mismo cuidado.
Con información de: La Vanguardia.