El toro estaba muy nervioso, no sabía porqué la gente lo atacaba, pero cuando reconoció al hombre se calmó de inmediato.
La tauromaquia es una de las tradiciones más antiguas del pueblo español que, a través de los siglos, fue instaurada en otras culturas suramericanas, asiáticas y europeas que la tomaron como una fiesta brava para conmemorar algunas de sus celebraciones más populares.
Durante décadas, la actividad ha sido duramente criticada por quienes defendemos a los animales, al ser un acto centrado en el toro que le causa dolor y sufrimiento para satisfacer la celebración de los humanos. En algunos de los países en los que se practica, se han impulsado proyectos de ley para acabarla, sin embargo, en su tierra de origen sigue estando muy vigente.
En medio de ese círculo de entrenadores, toreros y ganaderías, tan criticado por lucrarse de la vida de los toros, una historia de fidelidad se alzó desde hace 17 años y aún continúa.
Una nobleza desmedida y una amistad reluciente que empezó por casualidad.
En 2003, José Luis Pejenaute, un hombre oriundo de Navarra, España, era uno de los fieles trabajadores de la ganadería Santos Zapatería, un negocio dedicado a la cría de vacas y toros, usados comúnmente en el consumo humano o en la extracción de sus productos. Ya entrado en edad, había logrado conectarse más con los animales y, en uno de sus días laborales, mientras daba de comer a algunos de ellos, se cruzó con un amor que iba a trascender el resto de su vida.
Capitán, uno de los toros más jóvenes de la ganadería que en ese momento tenía tres años, se había acercado a José lentamente sin que el hombre pudiera darse cuenta. Al principio, le pegó en uno de sus hombros con sus cuernos y Pejenaute alcanzó a asustarse, haciendo lo posible por alejarse lentamente y dándole una manzana para empezar a ganarse su confianza.
Sorpresivamente, el toro no lo atacó y tampoco fue violento, por el contrario, debido al trato tranquilo de José, empezó a confiar en él, al punto de dejarse acariciar y admitir cualquier tipo de trato que viniera del hombre. La nobleza del pequeño animalito era inmensa y su confianza absoluta estaba puesta en las manos que lo cuidaban.
Sin importar el daño, la lealtad seguía intacta.
Capitán debutó ese mismo año como toro para fiestas bravas por decisión de la ganadería y, mientras lo hacía, José estaba allí tras bambalinas para planear los detalles fuera de la vista del público, sin embargo, el corazón del animalito se puso a prueba cuando el jefe del hombre le avisó de un contratiempo con la calle en la cual se iba a realizar, por lo cual, Capitán, que ya había salido provocado contra la gente, debía ser calmado. José era la persona correcta.
Con la confianza que tenía Capitán en él, el hombre salió confiado en medio de las carreras atemorizantes del pequeño y sus enormes cuernos. En ese momento, los asistentes pudieron presenciar un hecho inimaginable: con solo llamarlo por su nombre, José logró hacer que el toro frenara de inmediato, evitando más accidentes. Desde ese momento, la nobleza infinita de Capitán fue aprovechada para seguir con los espectáculos.
Durante más de una década, Capitán y José recorrieron todos los pueblos apegados a la tauromaquia en España para llevar su show a un público aficionado que los aclamaba. En medio de lo que era una corrida común, José aparecía y calmaba a Capitán solo con sus movimientos y voz. Las personas no solo lo creían algo fuera de la lógica común, también resaltaban la confianza del animalito en su cuidador.
A pesar de los muchos años que vivió para el espectáculo, Capitán nunca dejó de confiar en el abuelo que le daba caricias y lo reconocía por su nombre. En 2015, con 82 años, José dio su última entrevista y apareció por últimas vez en redes sociales para compartir algunas imágenes de su paso por el mundo de la ganadería. Desde ese entonces, no se sabe mucho de ambos. Tal vez su paso por la tierra ya acabó y ambos se fueron a celebrar su amistad en otro plano.
Después de las corridas de toros y la fama, Capitán fue el ejemplo perfecto de un ser amoroso al que no le importa cuantos lo enfrenten y lo mucho que pueda ser usado en un mundo hostil, su lealtad siempre estará firme. Una víctima de una práctica atroz a la que no le importó sufrir mientras encontraba amor en ella.
Fuentes: José Luis Pejenaute